
Cada año, a finales de mayo, se conmemora en Colombia la Semana Internacional del Detenido Desaparecido. Este acto no solo es un homenaje a los más de 111 mil desaparecidos en el contexto del conflicto armado, sino también un llamado urgente a no olvidar, a reconstruir la memoria colectiva y a actuar desde todos los sectores de la sociedad para prevenir la repetición.
Entre esos sectores, la educación tiene un papel crucial. Las escuelas pueden ser, y deben ser, escenarios donde se siembre la empatía, se escuche la verdad, y se aprenda a resolver los conflictos desde el reconocimiento y el perdón.
La justicia restaurativa en el ámbito escolar
En medio del dolor que deja la desaparición forzada, han surgido caminos de reconstrucción. Uno de ellos es la justicia restaurativa, una herramienta que va más allá del castigo y propone el diálogo, la verdad y la reparación como formas de enfrentar los conflictos.
Este enfoque, aplicado a la educación, permite que los estudiantes entiendan que la violencia no es la única ni la mejor forma de resolver diferencias. Cada vez más instituciones en Colombia, públicas y privadas, están empezando a incorporar principios de justicia restaurativa en sus dinámicas escolares, promoviendo espacios seguros, participativos y respetuosos.
Un ejemplo de esta apuesta educativa se encuentra en Ibagué, donde el Colegio Rosarista ha integrado de forma decidida la justicia restaurativa en su modelo pedagógico. Aunque es una institución privada sin obligación legal de implementar estos procesos, lo ha hecho como una convicción ética y pedagógica, vinculándose también a iniciativas del Ministerio de Educación como la estrategia Educación CRESE, que promueve la reconciliación, la ciudadanía activa, el antirracismo y la gestión socioemocional.
Aprender a convivir para no repetir
Durante la Semana del Detenido Desaparecido, el colegio se sumó a las actividades conmemorativas desarrolladas por la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD), participando en jornadas de sensibilización bajo el lema “La educación abraza la búsqueda y la empatía”.
A través de actos simbólicos, guías pedagógicas y espacios de diálogo, se promovieron reflexiones sobre el impacto del conflicto armado, el dolor de las familias buscadoras y el compromiso que cada ciudadano puede asumir con la no repetición.
Más allá de una actividad puntual, la apuesta del colegio ibaguereño representa un modelo replicable: enseñar desde la verdad, no evadir los temas difíciles, y acompañar a los jóvenes en la construcción de una conciencia crítica y reparadora.
Una tarea colectiva: educar para la paz
Luz Janeth Forero Martínez, directora de la UBPD, ha reiterado la importancia de involucrar a toda la sociedad, especialmente a los jóvenes, en procesos de memoria y verdad. "La desaparición forzada ha sido una forma brutal de negar la existencia. La educación debe asumir el reto de enseñar a no negar, a escuchar, a solidarizarse", señaló.
Sanar desde la verdad implica enfrentar heridas abiertas, pero también encontrar en la escuela un lugar seguro donde hablar del pasado, del dolor, de las ausencias, y del futuro que se quiere construir. La memoria no solo se guarda en archivos o monumentos, también se cultiva en el aula, en una conversación entre estudiantes, en un acto simbólico, en la empatía que se siembra desde temprano.
Colombia necesita más colegios, más maestros, más estudiantes que hagan de la justicia restaurativa una forma cotidiana de vivir, aprender y convivir. Porque solo así, desde la raíz, será posible transformar el conflicto en esperanza.
Una de las iniciativas más destacadas de este año tiene lugar en Ibagué, donde el Colegio Rosarista, una institución educativa privada, ha decidido involucrarse profundamente en los procesos de sensibilización sobre la desaparición forzada, con una apuesta clara: formar ciudadanos capaces de resolver conflictos a través del diálogo y la justicia restaurativa.
Educación que transforma: la experiencia del Colegio Rosarista
Mientras la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD) desarrollaba actividades pedagógicas y simbólicas en todo el país, como los conversatorios “Buscar para encontrar paz” en la Biblioteca Darío Echandía, el Colegio Rosarista se sumaba con una propuesta educativa que desafía los paradigmas convencionales.
Ancízar Cuasmayán, director de la institución, explicó que su comunidad se ha vinculado activamente a procesos de justicia restaurativa desde 2022, aun sin obligación normativa, como una decisión ética y pedagógica. “Lo hacemos por convicción, porque creemos que educar también es sanar, reconocer, dialogar”, afirma Cuasmayán.
A través de guías pedagógicas, actos simbólicos y jornadas de reflexión, los estudiantes se aproximan al fenómeno de la desaparición desde una mirada humanista. El colegio participa en la estrategia Educación CRESE, promovida por el Ministerio de Educación, que articula la formación ciudadana con la reconciliación, la justicia climática, la inclusión y la gestión emocional.
Una justicia que restaura desde las aulas
Uno de los pilares del proyecto es la implementación de un protocolo propio de resolución de conflictos, que busca prevenir el matoneo y fomentar relaciones más conscientes. “Queremos que cada estudiante tenga la capacidad de afrontar sus conflictos de manera autónoma, sin recurrir a la violencia. En el colegio, el matoneo no tiene cabida”, señala el directivo.
Este enfoque ha hecho del Colegio Rosarista un referente en la ciudad, por demostrar que sí es posible enseñar la paz desde la cotidianidad escolar. Las situaciones de conflicto son intervenidas de inmediato, no desde el castigo, sino desde el entendimiento mutuo y la construcción colectiva de soluciones.
La UBPD, por su parte, reconoce y celebra estos esfuerzos. Luz Janeth Forero, directora de la entidad, destacó que con iniciativas como esta “se combate el silencio y el negacionismo histórico frente a las desapariciones forzadas, y se prepara a la sociedad para una cultura de paz y no repetición”.
Más allá del aula: un compromiso con el país
En Colombia, la desaparición forzada ha sido una de las heridas más profundas del conflicto armado. La persistencia de las familias, organizaciones sociales y entidades como la UBPD ha permitido avanzar en procesos de búsqueda, identificación y entrega digna de cuerpos.
Pero el papel de la educación, como demuestra el Colegio Rosarista, es igual de clave. Allí, el aula se convierte en un laboratorio de convivencia, memoria y ciudadanía. Un espacio donde los estudiantes no solo aprenden a convivir, sino también a no olvidar.
Esta experiencia ibaguereña nos recuerda que educar para la paz no es una utopía. Es una urgencia. Y también, una esperanza.
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