
El más reciente estudio sobre consumo de sustancias psicoactivas en el Tolima reveló un panorama que preocupa a familias, expertos y autoridades: Ibagué es el municipio con mayor índice de consumo entre adolescentes. La investigación no solo expone el uso de drogas ilícitas y lícitas, sino también la creciente afectación en la salud mental de una generación que enfrenta nuevos riesgos.
De acuerdo con la caracterización, la marihuana se ubica como la sustancia ilícita de mayor consumo en adolescentes de la capital tolimense, seguida de cerca por la cocaína, que empieza a ganar terreno en este segmento de la población. En cuanto a las sustancias legales, el estudio advierte que el tabaco sigue presente, pero son los vapeadores los que encienden las alarmas: dispositivos que, bajo la idea de ser menos nocivos, están deteriorando la salud de los jóvenes y captando cada vez más adeptos en colegios y entornos urbanos.
“El panorama es complejo. Tenemos cifras que muestran cómo los adolescentes de Ibagué están accediendo de manera temprana a estas sustancias y cómo esto impacta directamente en su salud mental y en la convivencia social”, indicó la Secretaría de Salud del Tolima, al presentar las conclusiones del estudio.
Más allá del consumo, el informe revela un segundo hallazgo de igual importancia: el deterioro de la salud mental en adolescentes. El estrés, la ansiedad, la falta de comunicación en los hogares y la ausencia de espacios de integración comunitaria han hecho que los jóvenes busquen refugio en el consumo o en dinámicas de aislamiento social.
En este contexto, se abre la discusión sobre la necesidad de ofrecer alternativas reales de recreación y acompañamiento familiar. Una de las estrategias que se han puesto en marcha en el departamento son los Juegos de la Cuadra, que buscan recuperar la tradición de la calle como espacio de encuentro, amistad y unión vecinal. Estos juegos, que rescatan dinámicas de la infancia como la cuerda, la golosa o el trompo, se convierten en un mecanismo de prevención: reducen el estrés, fortalecen la confianza entre vecinos y permiten que padres e hijos compartan tiempo de calidad.
La Secretaría de Salud subrayó que estas actividades son más que un evento cultural: representan una oportunidad de tejer redes de apoyo y de reconciliar a las familias con sus hijos adolescentes, que en muchos casos permanecen más tiempo expuestos a internet, a la presión de los pares o al consumo que a los valores transmitidos en el hogar.
El estudio también deja en evidencia la dualidad del problema: por un lado, los riesgos inmediatos del consumo; por el otro, las consecuencias en la vida cotidiana. Un adolescente que inicia el consumo temprano no solo compromete su salud física y emocional, sino que también ve afectadas sus oportunidades educativas, laborales y sociales.
Frente a este panorama, el reto es claro: romper la normalización del consumo y generar políticas públicas y comunitarias que vayan más allá de la prohibición. La prevención, la educación y la recreación aparecen como caminos urgentes para mitigar los efectos de un fenómeno que avanza silenciosamente en las calles y barrios de Ibagué.
Mientras tanto, familias, instituciones educativas y comunidades tienen sobre la mesa un llamado urgente: acompañar a los adolescentes, fortalecer la comunicación en el hogar y ofrecer opciones distintas al consumo.
El estudio deja una radiografía contundente: el consumo de drogas y la crisis de salud mental en adolescentes no es un tema del futuro, ya es una realidad presente en el Tolima. Y aunque iniciativas como los Juegos de la Cuadra abren espacios de esperanza, el desafío para la sociedad está en enfrentar con decisión un problema que amenaza con convertirse en una epidemia silenciosa.
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