Folcloritos: La economía que se mueve con los eventos colegiales y empresariales en junio

Trajes típicos: tradición que se confecciona y se alquila

Otro de los sectores que se beneficia ampliamente es el de la confección y alquiler de trajes típicos. Desde mediados de mayo, talleres y almacenes se llenan de pedidos de escuelas, empresas y organizadores de reinados.

Camelia, diseñadora y empresaria que ha vestido a generaciones enteras de participantes en eventos folclóricos, nos comparte: “Tenemos por lo menos una pieza de cada traje típico de Colombia, y algunos del extranjero. Cada año alquilamos cientos de trajes. Hay temporadas que no damos abasto”.

La diversidad cultural que se celebra en el Festival Folclórico requiere una oferta variada y especializada. Camelia y su equipo han sabido posicionarse con trajes de calidad, fieles a la tradición y pensados para el baile y la puesta en escena.
 

Maestros danzantes: guardianes de la tradición escénica

El espectáculo folclórico no sería posible sin los maestros danzantes, artistas que dedican su vida a preservar y enseñar los bailes tradicionales del país. Estos expertos no solo acompañan a las reinas en tarima como parejos, también forman a las nuevas generaciones.

“Muchos de los niños y niñas que aprenden con nosotros terminan siendo reinas, parejos, o artistas del folclor en escenarios importantes”, comenta uno de los instructores con más trayectoria en Ibagué.

Su trabajo muchas veces pasa desapercibido, pero es esencial en el engranaje cultural y económico del festival. 

Las carrozas y su esplendor

Desde hace más de una década, Ibagué se ha engalanado con las figuras imponentes de Marta Lucía Arbeláez, obras que trascienden el icopor para convertirse en emblemas de la cultura popular. Estas esculturas, que han desfilado en el Carnaval de Barranquilla y la Caminata Solidaridad por Colombia, son más que adornos; son narraciones visuales que capturan la esencia de mitos y personajes cotidianos, dejando una huella imborrable en la memoria de quienes las contemplan. 

El proceso creativo de Marta Lucía va más allá de la estética; incorpora un profundo compromiso ambiental. Sus monumentales esculturas no solo están hechas con icopor, papel y pintura, sino que muchas de ellas incorporan materiales reciclados, destacándose por la filosofía de cero desperdicio. Nada de sus creaciones, ni sus piezas, se desechan; cada fragmento de material es reutilizado, garantizando que su arte no genere contaminación. Después de las festividades, estas grandiosas figuras, que a menudo son tan apreciadas que se dejan expuestas todo el año, descansan, pues su belleza y gran detalle continúan adornando con un toque tradicional.

El Cabuyal, la tienda que nunca deja de estar en fiesta

Cerca de la plaza de la 14, el almacén El Cabuyal es otro de los epicentros comerciales del folclor. Aunque abre todo el año, en junio experimenta su mayor auge.

“Allí encontramos sombreros decorados y sin decorar, alpargatas, ponchos, cotizas, mochilas de yute, faldas, blusas típicas, miniaturas y recordatorios”, relata una clienta habitual. El local se convierte en una vitrina viva del folclor colombiano, un verdadero paraíso para quienes buscan detalles con identidad cultural.

El sabor del tamal, presente en cada celebración

Luzmila, dueña de Tamales del Jordán en la Guabinal con 64, es clara al describir el impacto económico del folclor: “Aunque el tamal es parte de la vida cotidiana en los hogares tolimenses, en junio se convierte en el protagonista de todas las celebraciones”.

Desde colegios y empresas hasta conjuntos residenciales, la demanda de tamales se dispara. “La gente compra por docenas, es un plato fácil de servir, que puede mantenerse caliente sin complicaciones, ideal para celebraciones masivas. En esta temporada nuestras ventas se triplican”, explica.

El tamal no es solo un alimento, es un símbolo identitario que acompaña cada evento folclórico. Su sabor y practicidad lo hacen infaltable en las celebraciones de San Juan y San Pedro.

Una celebración que es patrimonio y sustento

El Festival Folclórico Colombiano y las celebraciones que se derivan de él en colegios y empresas no solo son una muestra de identidad. También representan una fuente de ingresos vital para cientos de familias en Ibagué y el Tolima.

Cada traje alquilado, cada tamal vendido, cada tocado elaborado y cada clase de baile impartida mueve una economía profundamente conectada con la cultura. En esta época, las tradiciones no solo se viven: se trabajan, se crean, se venden y se heredan.

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