Ricardo Cadavid Col
Ricardo Cadavid Col
Alerta Tolima
3 Feb 2023 05:52 PM

Yo me bañé en El Rancho

Columnista
Invitado
Ricardo Cadavid, con una mirada al pasado, nos cuenta cómo se podría explotar el potencial turístico del Cañón del Combeima

Soy de otra generación. Como muchos mayores de 40, me bañé en las piscinas del Tolimense, aposté al cara y sello a la salida del colegio, con el señor de los cubanos y el de la forcha, escuché al Loco Álvaro, por la carrera Tercera, transmitir imaginarias competencias de ciclismo en un radio sin pilas, bailé en las antiguas discotecas de la 42 y fui perseguido por los minitequeros del Jordán. También fui correteado por Badana y, como todo ibaguereño de mis tiempos, recibí dos bautizos; el del sacerdote en la Catedral y el de La Guacharaca en la Plaza de Bolívar… si creciste en los años setenta y la Guacharaca no te bautizó de un madrazo, no tuviste infancia.

Capturé con mis propias manos guarisapos en La Pioja, convencido de que eran pececitos para un estanque imaginario. A mí me dieron leche con boñiga de vaca para el sarampión y me hicieron la cura de la mochilita para la sinusitis. Si nos daba estreñimiento, la abuela nos perseguía por toda la casa con una enorme rama de perejil lubricada con aceite de ricino; si te alcanzaba, estabas perdido y deshonrado. Subíamos a la Escuelita por los lados del barrio Alaska o a las cascadas de Ancón. Hoy, nuestros jóvenes se atrincheran en centros comerciales y su mayor esfuerzo físico consiste en llegar al segundo piso por el ascensor o por las escaleras eléctricas.

Yo monté en chiva por el Cañón del Combeima hasta El Silencio y caminé para bañarme en las aguas termales de El Rancho. Cuántos habrán conocido el amor allí, o se habrán jurado amistad de por vida; cuántos ayudaron a una tía a buscar sus chancletas perdidas en las aguas azufradas, o se rehabilitaron de un guayabo, o cocinaron sancocho, o habrán pagado penitencia metiéndose en la cascada helada.

Si usted no se bañó en El Rancho, se perdió de una experiencia vital que debemos rescatar. Nos sentimos muy orgullosos de nuestro Cañón del Combeima, pero visitarlo un domingo es una odisea vergonzosa. Es más fácil entrar a Bogotá por Soacha que llegar al corregimiento de Juntas. Si tuviéramos allí un templo budista, esperar dos horas en el carro tendría un sentido espiritual, entrenando la paciencia, pero es una absurda pérdida de tiempo que se puede arreglar con sencillas normas ciudadanas. Debería revivirse la costumbre de viajar en chivas dominicales, generar un circuito turístico con El Panóptico y el Cañón, en transporte público. Por cada 10 chivas dejan de circular 100 carros en la zona. Debería generarse un pico y placa, unas horas de circulación, algún tema de cultura ciudadana para terminar con ese martirio, generar más empleos y al mismo tiempo, disminuir el impacto ambiental sobre la zona de amortiguación del Parque Natural de Los Nevados.

El otro tema que debemos revivir, son las aguas termales. Existe el proyecto, los recursos y los inversionistas dispuestos, desde hace muchos años, a llevar las aguas termales hasta la zona de Iguaima, pero no ha sido posible. ¿Qué estamos esperando para tener los baños termales más hermosos y afamados del centro del país? ¿Saben cuántos turistas visitan las termales de Paipa, Rivera o Santa Rosa de Cabal? ¿Qué pasa? ¿Hay algún impedimento ambiental de magnitudes astronómicas, o es acaso que, en Ibagué, lo más verde que tenemos es la envidia?

La ciudad tiene problemas mayúsculos de desempleo y necesitamos consolidar un producto turístico. Construyamos nuestros balnearios termales, apalanquemos la gastronomía, el avistamiento de aves, los glamping, los miradores, el paseo a caballo, las caminatas ecológicas. El potencial turístico del Cañón del Combeima es enorme y, algún día, los rolos y gringos colorados que veamos transitar, podrían disfrutar, como si fuera un exótico manjar culinario, de una caliente taza de leche de cantina, con boñiga, buenísima para el sarampión.

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Alerta Tolima