Doña Inés y Luz Mila
Doña Inés y Luz Mila
Suministrada
26 Mayo 2025 10:20 AM

Crónica: Hoja a hoja, vida a vida: La historia del legado gastronómico de Doña Inés

Tatty
Umaña G.
Es maravilloso conocer la historia de este delicioso legado.

Esta crónica no es solo sobre un platillo. Es sobre cómo una receta puede ser un acto de resistencia, cómo una hoja de plátano puede envolver historias enteras, y cómo el amor, cuando se cocina a fuego lento, no conoce de finales.

Un aroma que nunca se fue

El vapor se eleva desde la olla como el humo de los recuerdos. Ahí está, incrustado entre las hojas de plátano: el sabor de un hogar perdido, la resistencia de un amor que no se rinde y la terquedad de una tradición que se niega a morir. Esta no es solo la historia de unos tamales; es la crónica de una familia que, como el maíz en la masa, supo mezclar el dolor con la esperanza, el exilio con la pertenencia y el sudor con la sazón.

 

Saldaña: El paraíso del que la violencia los sacó

Eran los años 80, y el sol de Saldaña (Tolima) doraba los arrozales como si pintara de oro el futuro de la familia Hidalgo Padilla. Tenían tierra, techo y sueños. Pero la violencia, esa sombra larga que recorrió Colombia, llegó sin aviso. Una noche, empacaron lo imprescindible: la ropa que llevaban puesta, el miedo pegado a la piel y, aunque no lo supieran entonces, la receta de unos tamales que serían su salvación.

Llegaron a Ibagué como llegan los desplazados: con las manos vacías y el corazón apretado. Siete cuerpos —padre, madre y cinco niñas— se apiñaron en un cuarto prestado. El señor Hidalgo, con callos nuevos en las manos, se fue a levantar muros en construcciones; doña Inés Padilla, con el instinto de una leona, buscó cómo llenar la olla.

Fue una tía, entre risas y suspiros, quien les tendió un salvavidas de harina y hoja de plátano: "Si no tienen tierra, háganse dueños de las calles". Y así, con una olla prestada y una mesa improvisada, nacieron los primeros tamales que doña Inés vendió en las plazas. "Eran tan buenos que la gente no dejaba ni las hojas."

 

El Palacio del "Cóndor": Un sueño con alas

Con los años, el esfuerzo dio frutos. El gobierno les asignó una casa en el barrio Jordán, por Inurbe, y allí, entre risas de niñas y el trajín del fogón, nació El Palacio del Tamal. El nombre fue idea del señor Hidalgo, un hombre que encontraba alegría en las revistas de Condorito. "¡Que el cóndor lleve nuestro tamal en las garras!", decía, orgulloso del logo que diseñaron: un cóndor sonriente, sosteniendo un tamal como un tesoro.

Pero Colombia también es tierra de oportunidades robadas. En Armenia, alguien registró el nombre antes que ellos. El golpe fue duro, pero doña Inés, con esa mezcla de firmeza y dulzura que solo tienen las matronas tolimenses, lo resumió así: "El tamal no está en el nombre, está en las manos". Y así, como quien trasplanta un árbol con cuidado, rebautizaron el negocio: Tamales del Jordán, por su ubicación en dicho barrio de la ciudad de Ibagué."

Pandemia: El tamal que alimentó el alma

Cuando el mundo se detuvo en 2020, doña Inés no dejó que el miedo apagara el fogón. Mientras otros negocios cerraban, ella aumentó la producción. "Si la gente no puede salir, los tamales irán a ellos", dijo. Sus tamales llegaron a hogares donde el pan escaseaba, y sus colaboradores —muchos como hijos adoptivos— siguieron teniendo sustento. Ella nunca quiso subsidios,  ni mercados regalados,  pidió que le permitieran seguir produciendo, no solo por ella y su familia, sino por las familias, cinco en ese momento que dependían de su negocio y así, con todo su amor logró superar ese capítulo.

El día que anunciaron el cierre, ella tenía en proceso de preparación 400 tamales y cuando se dio a conocer el empeño de Doña Inés, esos tamales no dieron abasto y así fue toda la pandemia.

Fue en esos días grises que el tamal tolimense se convirtió en abrazo. Vecinos agradecidos dejaban notas: "Doña Inés, sus tamales saben a normalidad". Y ella, entre ollas y lechonas "siempre con el cuerito crujiente y sin arroz, como debe ser", repetía: "Esto no es negocio; es familia".

 

El adiós que no fue un final

En 2007, el señor Hidalgo partió. Doña Inés, viuda pero nunca débil, siguió amasando la masa como quien amasa la vida. Sus hijas, aunque con familias lejos, volvían cada junio y diciembre. Esas épocas eran sagradas: las nietas aprendían a envolver tamales, los yernos picaban carne y las risas competían con el latir de las ollas.

Pero en febrero de 2024, la casa se vendió. El local, lleno de memorias, dejó de ser suyo. Para muchos, hubiera sido el fin. No para la hija que quedó en Ibagué. Luz Mila Hidalgo Padilla, la hija de la mitad de Doña Inés ha sido una de las que más cerca a estado en este proceso, su amor por el legado es algo que se ve en el brillo de sus ojos cuando habla de esta bella historia.  Al día siguiente, ya alquilaba otra casa cerca, encendía el fogón y colgaba el letrero: Tamales del Jordán, tradición desde 1980"Papá y mamá no criaron desertores", explica, mientras ajusta la muñequita del logo —heredera del cóndor— que sostiene un tamal como un testigo.

Te sientes como en casa

Los tamales te los pueden enviar a domicilio,  cuando se habla de domicilio el límite no es Ibagué, congelados y bien empacados han viajado casi todo el territorio nacional.

Pero no hay experiencia más linda que llegar hasta sus instalaciones ha comerlos recién salidos de la olla, deliciosos en su punto, el calor de hogar,  la familiaridad, la amorosa atención hace que quieras siempre volver.

La masa que nunca se enfría

Hoy, los tamales de doña Inés siguen llegando a las mesas: calientitos para el desayuno, congelados para los que emigraron y extrañan, o en fiestas donde el insulso —ese toque secreto— hace cerrar los ojos de gusto.

Luz Mila, heredó de su madre, la tenacidad y la dulzura, ese gran compromiso con la tradición, el amor por un producto que no solo representa a los tolimenses, sino a Colombia entera. Recibir el legado, así de manera intempestiva,  no ha sido más que un reto para el que se ha preparado toda su vida. A pesar de haber estudiado una tecnología en sistemas,  de la que jocosamente dice "ya no me acuerdo de nada" lo realmente importante es que jamás olvide la receta de esos maravillosos tamales.

Emocionada le comenta a Alerta Tolima, "Hoy en la Manzana G Casa 9 del Jordán Novena Etapa, mejor dicho, Calle 64 con Avenida Guabinal, la tradición continúa. Yo no tengo hijos pero tengo sobrinos, que al igual que mis hermanas tienen una cita en vacaciones en la Capital Musical de Colombia, todos llevamos este legado a una generación más. Yo rindo un homenaje a mamá porque con su tenacidad nos sacó a adelante a todas. Mientras haya manos que amasen y corazones que recuerden, los tamales del Jordán seguirán siendo el sabor de un legado que nada pudo arrebatarles".

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Fuente
Alerta Tolima