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10 Jun 2017 07:53 AM

SUPERAR EL ODIO Y LA EXCLUSIÓN ¡SE PUEDE!

Alerta
Tolima

Estamos enfrentados a unas transformaciones sustanciales en la manera de entender el mundo y la política. Esos cambios abruptos nos desconciertan en unos casos y en otros nos impiden ver los verdaderos intereses que mueven a los que nos muestran las cosas a su manera. Expondré algunos ejemplos.

Cuando se escucha hablar del Estado Islámico (EI) se trasluce más la ignorancia que lo que se sabe sobre el tema. La mayoría se limita a pensar que sus miembros son unos terroristas fanáticos, irracionales y asesinos que ponen bombas y se inmolan en supermercados, estadios, teatros, colegios o atropellan con sus vehículos a desprevenidos transeúntes en las calles. Que su influencia mayor está sobre personas desequilibradas o resentidas que habitan en todo el mundo. La verdad es que el universo musulmán es mucho mayor que el Estado Islámico o el terrorismo.

El EI ha logrado, apelando a la racionalidad de la que nos preciamos en Occidente, reclutar para su causa a personas cultas y de alto nivel de formación intelectual. Sus mayores aliados han sido las redes sociales. Internet le ha facilitado llegar a todos los resquicios del planeta para convencer con su mensaje. El fanatismo del EI le ha declarado la guerra a Occidente por su corrupción, su contaminación ambiental, su desigualdad económica generadora de miseria y exclusión, por su devoción por el dinero y su fascinación por tener y acumular. La racionalidad con su faro la razón, que se originó en Occidente para deslindar el saber científico de la Fe y las creencias religiosas, ahora la ponen de manera enrevesada al servicio de la religión y del terror, bajo la premisa que el fin justifica los medios…

Hoy en el mundo Occidental proliferan protestas en todas partes. Manifestaciones públicas de indignados crecen sin parar. Las redes sociales les permiten a todos expresar su inconformismo. Son muchas las razones válidas para protestar. Una grande es que la clase política cada día es más corrupta, más falsa y sin credibilidad. Pero los políticos están muy lejos de ser derrotados. Aprendieron cómo sobrevivir. Renunciaron al discurso racional, convincente y esperanzador. Entendieron que los discursos deben ser emocionales, generadores de rabia, incomodidad, odio, envidia y resentimiento. Les basta crear un “meme” iracundo en las redes sociales y de inmediato se enciende la hoguera, con lenguaje de guerra, lenguaje que no escucha argumentos sino exige acciones y resultados ya, que sean visibles, espectaculares y violentos, si es posible.

Los discursos políticos ahora no son para convencer sino para “emberracar”, para movilizar por el odio y el rencor, aprovechándose del desencanto y la frustración ciudadana. Lo paradójico es que Occidente creó la racionalidad para movilizar a la gente buscando superar la emocionalidad de la superstición, la religiosidad, la Fe y construir la ciencia, ahora, echa mano a esa emocionalidad resentida y cargada de odios, para pasar por encima de la razón y lograr sus cometidos politiqueros. El fin vuelve y justifica los medios…

En Colombia, como lo confesó el gerente de la campaña del NO, Juan Carlos Vélez Uribe, en una larga entrevista al diario La República, que en lugar de explicar racionalmente los contenidos de los acuerdos de paz a la ciudadanía, se apeló a la mentira, a la calumnia para calentar a la gente, para emberracarla, para que la comunidad inconforme saliera a votar engañada, creyendo que su emoción previamente exaltada, era su mejor guía. Vídeos falsos, cuñas y datos amañados, declaraciones distorsionadas, discursos inflamados por el odio fueron la energía que movilizó a miles de personas por el NO y que polarizaron el país. El fin justificó los medios. Ahora, gracias a la politiquería, todos nos miramos con desconfianza, con mucho recelo.

La política debe recuperar la confianza ciudadana. Debe demostrarle a la gente buena que es muy distinta a la politiquería de la corrupción, el clientelismo, el engaño, la manipulación y la mentira. Debe marchar con la esperanza y las oportunidades reales como estandarte. Con sinceridad, respeto y honestidad. Sin odios, sin exclusiones ni resentimientos. Necesitamos una política que reúna en un todo al sentimiento y la razón, lo que nuestro fallecido Nobel Gabriel García Márquez llamaba, política sentipensante, es decir, política de servicio a la comunidad, comprometida con el bien común, incluyendo de verdad a la gente, abriendo oportunidades para todos, sembrando esperanza y reconciliación en nuestras inteligencias y corazones… Esto no es fácil, pero definitivamente, ¡Se puede!

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