
La educación como semilla de paz: El compromiso nacional con la memoria y la reconciliación
En un país donde las heridas del conflicto armado aún sangran en silencio, una iniciativa educativa se alza como faro de esperanza: "La educación abraza la paz". Desde 2022, esta propuesta ha transformado cientos de aulas colombianas en espacios de reflexión, memoria y reconciliación, demostrando que el camino hacia un país diferente comienza en las escuelas.
Una Jornada Que Trasciende las Aulas
El próximo 9 de septiembre, Colombia vivirá una segunda jornada nacional dedicada a la memoria y la reconciliación. Esta fecha no será solo una conmemoración más en el calendario educativo; representará un momento crucial para que las comunidades educativas reconozcan en las memorias colectivas la fuerza transformadora de la sociedad colombiana.
La propuesta es ambiciosa pero necesaria: crear espacios donde el diálogo genuino florezca, donde el reconocimiento del dolor ajeno no sea solo un ejercicio académico sino una práctica de humanidad, y donde las comunidades puedan sanar de manera colectiva las heridas que décadas de violencia han dejado grabadas en el alma nacional.
El Poder Transformador de una Iniciativa Nacional
Las cifras hablan por sí solas y revelan el impacto profundo que "La educación abraza la paz" ha tenido en el panorama educativo colombiano. Según una encuesta reciente elaborada por el Grupo Motor, el 81% de las instituciones educativas participantes ha logrado fortalecer al menos un proceso pedagógico gracias a estas jornadas. Este dato no es simplemente estadístico; representa miles de estudiantes, docentes y familias que han encontrado en la educación para la paz una herramienta real de transformación social.
Entre los procesos más fortalecidos destaca la Cátedra de Paz, implementada exitosamente en el 62,3% de las instituciones participantes. Esta materia, que en muchos colegios había quedado relegada a un segundo plano, ha recobrado vida y sentido gracias a la iniciativa. Los proyectos pedagógicos transversales (52,7%) han permitido que la paz no sea solo una asignatura más, sino que permee todas las áreas del conocimiento, desde las matemáticas hasta las ciencias sociales.
Los centros de interés (33,6%) y las iniciativas pedagógicas propias (29,8%) demuestran que las instituciones educativas no se han limitado a implementar programas preestablecidos, sino que han desarrollado propuestas creativas y contextualizadas para sus comunidades específicas. Pero quizás el dato más esperanzador es que el 93,1% de las instituciones participantes manifestó su interés de continuar formando parte de esta iniciativa en próximas ediciones, confirmando que la educación para la paz no es una moda pasajera sino una convicción profunda.
Voces Que Construyen Futuro
Claudia Toro, directora del Programa Nacional de Educación para la Paz –Educapaz–, ha sido clara en definir el propósito de esta gran movilización educativa: "El objetivo es reconocer la dimensión y los impactos de la desaparición de personas en el marco del conflicto armado, reconocer y acompañar a las familias y personas buscadoras y fortalecer las potencialidades de la memoria tanto para la búsqueda como para la no repetición".
Sus palabras resuenan con particular fuerza cuando se entiende que en Colombia la desaparición forzada ha sido una de las manifestaciones más dolorosas y devastadoras de la violencia. Miles de familias permanecen sumidas en el dolor, la incertidumbre y el silencio, esperando noticias que tal vez nunca lleguen. En este contexto, hacer memoria no es solo un ejercicio académico; es un deber del Estado y un derecho fundamental de toda la ciudadanía.
La memoria se convierte así en el eje transversal de estas jornadas, no como un archivo muerto del pasado, sino como una fuerza viva que alimenta la esperanza y guía las acciones presentes. Como lo expresó Toro, la memoria será fundamental tanto para la búsqueda de los desaparecidos como para garantizar la no repetición de estos dolorosos episodios de nuestra historia.
Institucionalidad Comprometida con el Cambio
Esta iniciativa no es el resultado de esfuerzos aislados. Detrás de "La educación abraza la paz" se encuentra un entramado institucional sólido que incluye al Ministerio de Educación Nacional, el Centro Nacional de Memoria Histórica y la Unidad de Implementación del Acuerdo de Paz. Estas entidades han reafirmado su compromiso con la educación como la brújula que orienta y el barco que navega hacia un país reconciliado.
Gloria Mercedes Carrasco, viceministra de Educación preescolar, básica y media, ha definido estas jornadas como "una jornada de reflexión, una jornada simbólica para que estemos pensando en la paz de nuestro país, en fortalecer un país que necesita reconciliarse y tener la vida como una premisa". Sus palabras capturan la esencia de lo que significa educar para la paz: no es solo transmitir conocimientos, sino formar seres humanos capaces de valorar la vida por encima de cualquier diferencia.
El Consejo Asesor de la Unidad de Búsqueda ha enviado un mensaje particularmente poderoso a las instituciones educativas: "Los lápices no deberían callarse ante la injusticia. La desaparición no solo se estudia, se denuncia. La desaparición de personas es una tragedia que afecta a toda la sociedad, necesitamos educarnos para enfrentar este flagelo". Esta declaración convierte a cada lápiz, a cada cuaderno, a cada aula en instrumentos de denuncia y transformación social.
El Ejemplo Inspirador del Colegio Rosarista
En medio de este panorama nacional, emerge una experiencia particular que merece especial atención: la del Colegio Rosarista de Ibagué. Esta institución privada ha demostrado que el compromiso con la paz no depende de obligaciones normativas, sino de convicciones éticas profundas.
Ancízar Cuasmayán, director de la institución, explica que su comunidad educativa se ha vinculado activamente a procesos de justicia restaurativa desde 2022, "aun sin obligación normativa, como una decisión ética y pedagógica". Para Cuasmayán, "educar también es sanar, reconocer, dialogar", una filosofía que ha permeado toda la experiencia educativa de la institución.
El colegio ha integrado de forma decidida la justicia restaurativa en su modelo pedagógico, participando además en la estrategia Educación CRESE promovida por el Ministerio de Educación. Esta estrategia articula la formación ciudadana con la reconciliación, la justicia climática, la inclusión y la gestión emocional, creando un enfoque integral de la educación para la paz.
Durante la Semana del Detenido Desaparecido, el Colegio Rosarista se sumó a las actividades conmemorativas desarrolladas por la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD), participando en jornadas de sensibilización bajo el lema "La educación abraza la búsqueda y la empatía". A través de actos simbólicos, guías pedagógicas y espacios de diálogo, promovieron reflexiones sobre el impacto del conflicto armado y el compromiso que cada ciudadano puede asumir con la no repetición.
Justicia Restaurativa: Un Nuevo Paradigma Educativo
Uno de los aspectos más innovadores del proyecto del Colegio Rosarista es la implementación de un protocolo propio de resolución de conflictos. Este enfoque busca prevenir el matoneo y fomentar relaciones más conscientes entre los estudiantes. Como explica Cuasmayán: "Queremos que cada estudiante tenga la capacidad de afrontar sus conflictos de manera autónoma, sin recurrir a la violencia. En el colegio, el matoneo no tiene cabida".
Este modelo demuestra que sí es posible enseñar la paz desde la cotidianidad escolar. Las situaciones de conflicto son intervenidas de inmediato, no desde el castigo sino desde el entendimiento mutuo y la construcción colectiva de soluciones. El aula se convierte así en un laboratorio de convivencia, memoria y ciudadanía, donde los estudiantes no solo aprenden a convivir sino también a no olvidar.
Luz Janeth Forero, directora de la UBPD, ha reconocido y celebrado estos esfuerzos, destacando que con iniciativas como esta "se combate el silencio y el negacionismo histórico frente a las desapariciones forzadas, y se prepara a la sociedad para una cultura de paz y no repetición".
El Desafío de la Memoria Nacional
Gloria Cuartas, directora de la Unidad de Implementación del Acuerdo de Paz, ha señalado que "en esta hora tan difícil para el mundo y para Colombia, como una sola familia, debemos seguir trabajando por el derecho a la paz. Esto implica, entre otras cosas, seguir haciendo esfuerzos por encontrar a las personas desaparecidas".
Sus palabras nos recuerdan que la búsqueda de los desaparecidos no es solo una responsabilidad institucional; es un compromiso que debe involucrar a toda la sociedad, empezando por las nuevas generaciones que se forman en las aulas. La memoria de las personas desaparecidas y la contribución a su búsqueda representan una forma de justicia, dignidad y esperanza que trasciende las fronteras institucionales.
Un Futuro Que Se Construye Hoy
La propuesta para 2025 es clara y ambiciosa: hacer de cada aula un lugar donde la memoria inspire la búsqueda y mantenga viva la esperanza, donde la reconciliación tome forma como una realidad compartida. Formar parte de "La educación abraza la paz" significa sembrar en el corazón de la comunidad educativa la convicción de que un país distinto es posible y que ese cambio comienza en la escuela.
La experiencia del Colegio Rosarista y las cifras nacionales de la iniciativa demuestran que educar para la paz no es una utopía romántica sino una necesidad urgente y una esperanza tangible. Cada guía pedagógica implementada, cada acto simbólico realizado, cada conflicto resuelto a través del diálogo representa un paso hacia la Colombia que soñamos.
En un país donde la violencia ha sido protagonista durante décadas, la educación emerge como la herramienta más poderosa de transformación social. "La educación abraza la paz" no es solo el nombre de una iniciativa; es la declaración de una generación que se niega a repetir los errores del pasado y que está decidida a construir un futuro diferente, un aula a la vez, un estudiante a la vez, una comunidad a la vez.
La memoria no es solo recordar lo que fuimos; es también imaginar lo que podemos llegar a ser. Y en las aulas colombianas, esa imaginación se está convirtiendo en realidad.
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