Crónica del patrullero: El mejor regalo del día del profesor

Hace ya un tiempo, unos 30 años atrás, en una Colombia completamente diferente a lo que es hoy en día, vivía un hombre que ejercía su labor como docente en un reconocido colegio de la ciudad de Ibagué.

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La reputación del hombre era intachable, era visto como uno de los docentes más estrictos del plantel educativo, su pedagogía era severa, educaba sus estudiantes con mano dura y con todo el peso del sistema educativo,  sin embargo, sus estudiantes le tenían cariño porque a pesar de su carácter fuerte, era una persona noble, que quería lo mejor por sus alumnos, y que los trataba de esa forma para moldearlos como buenos seres humanos, como hombres y mujeres fuertes para afrontar las adversidades de la vida.

Un día el profesor llegó a su aula de clase, y castigó a una pequeñita de 8 años por desperdiciar un rollo de papel de envoltura dorado que él guardaba en su escritorio. El dinero era escaso en esos días, el colegio no entregaba muchos materiales a sus docentes para los estudiantes, y muchas veces, los mismos profesores sacaban de su sueldo para comprarle los implementos a sus alumnos y poder enseñarles la lección. 

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El hombre, luego de ver el desperdicio del papel, explotó en furia ya que él lo había comprado para toda su clase. La niña lo había usado para tratar de envolver una caja, que quería poner sobre el escritorio del profesor. La niña en medio del llanto, extendió sus manos y le entregó la caja en las manos a su profesor, y le dijo: "Esto es para ti, profe". El profesor se sintió avergonzado de su reacción, la niña solo había usado el papel para entregarle un regalo, así que decidió abrir la caja para ver el contenido del regalo, pero su sorpresa fue grande al ver que la caja estaba vacía, a lo cual volvió a estallar en furia diciéndole a la niña: ¡Que no sabes que cuando das un regalo a alguien se supone que debe haber algo adentro!", la pequeñita volteo hacia arriba con lágrimas en los ojos y dijo: ¡Pero profe, no está vacía, yo sople besos adentro de la caja!

El profesor sintió morir, puso sus brazos alrededor de su niña y le suplico que lo perdonara. Se ha dicho que el hombre guardó esa caja dorada cerca de su cama por años y siempre que se sentía derrumbado, él tomaba de la caja un beso imaginario y recordaba el amor que su estudiante había puesto ahí. En una forma muy sensible, cada uno de nosotros hemos recibido un recipiente dorado, lleno de amor incondicional y besos de nuestros hijos, amigos, familia, alumnos o Dios. Nadie podría tener una propiedad o posesión más hermosa que ésta.

¡Feliz día del profesor!