21 Oct 2022 07:34 AM

La reforma cerrada

Tatty
Umaña G.
@Tattyumana
Ricardo Cadavid hace una reflexión sobre el proyecto de reforma política que cursa en el Congreso.

Se discute en el Congreso de la República un proyecto de reforma política que parece una aberrante mutación del averno, promueve el transfuguismo político y diluye la utópica separación de poderes.  Me referiré en esta columna a la polémica propuesta de acabar con el voto preferente e instaurar las listas cerradas. Analicemos algunos de los simpáticos argumentos esgrimidos por los proponentes.Como en la lista cerrada deben intercalarse hombres y mujeres, los defensores de esta iniciativa aseguran que se defiende la paridad de género, y eso es muy obvio; lo que no resulta tan obvio es creer que la participación por género implique un verdadero ejercicio de liderazgo. Acceder a una dignidad pública en virtud de intercalar úteros y gónadas en una lista, poco o nada tiene que ver con el buen gobierno. El liderazgo no se basa en la cantidad de estrógenos o de testosterona que expele un candidato y mucho menos  en la posición que ocupe en una lista.Otro argumento es que las listas cerradas ayudan a combatir el clientelismo y la compra de votos, lo que es una afirmación extraña que, de facto, propone convivir con una práctica ilegal, pues supondría que, en una lista de 20 integrantes, al eliminar el voto preferente, solo comprarían votos los tres primeros que tienen chance de llegar y los otros 17 se irían de vacaciones. Es como proponer disminuir el crimen poniendo un pico y placa que solo permita robar en días impares.  

Un tercer argumento es que las listas cerradas facilitan el control del financiamiento de las campañas. Estamos de acuerdo; yo también pienso que es mejor lavar un carro que tener que lavar 100, pero no creo que sea un argumento político sino un llamado a la ley del menor esfuerzo. Obvio que sería mejor controlar los gastos de una sola lista que la de 20 candidatos, pero con esa lógica es mejor hacer un colegio que ponerse a hacer 10, que pereza; para qué nos esforzamos tanto. Ese argumento, en plena era del conocimiento y la informática, con los ecosistemas digitales modernos y avanzados sistemas de información, hace pensar que la autoridad electoral todavía controla los gastos con ábacos y calculadoras manuales: ¿A dónde van a parar los recursos del “Gobierno en Línea”?Los defensores de la reforma afirman que las listas cerradas ayudarían a acabar con la corrupción electoral. Yo pienso que se fortalece; pues algunos gamonales y caciques políticos podrán cobrar millonadas por el orden de ubicación de los candidatos. Estamos en Colombia, no en Paris; acá “hecha la ley, hecha la trampa”.  También puede suceder que en muchas regiones se nombre una cabeza de lista visible, con cierto reconocimiento, una buena reputación, y de ahí para abajo se cuele una caterva de bandidos y criminales de poca monta y baja ralea.  No faltará quien piense que, como están las cosas en las corporaciones públicas, un delincuente más o uno menos no hace la diferencia; pero resulta regresivo, en plena era de la televisión digital, de las plataformas musicales, cuando la gente escucha y ve lo que desea; pretender obligar al ciudadano a que compre un viejo disco de vinilo y que, para escuchar la canción que le gusta, se tenga que mamar 15 horrendas composiciones. 

También se afirma que la lista cerrada fortalece los partidos, pero uno no entiende cómo. En Colombia ya debería ser claro que la proliferación de partidos políticos no ha implicado ni más democracia, ni más participación ciudadana; en cambio sí ha dado lugar al crecimiento exorbitante de partiditos de garaje vendedores de avales. Casos se han visto de sujetos que reciben avales de movimientos indígenas y afro, cuyo único mérito para obtenerlos es haber tenido un tatarabuelo que ojeó una revista de National Geographic  con fotos de leones africanos, o tuvieron un primo indisciplinado que consumió yagé en un after party.  Ese extraño deseo de fortalecer los partidos ha creado unas curiosas mutaciones de conservadores progresistas, godarrias liberales, anarcos moderados, oligarquías revolucionarias y grupitos de centro que adoran jugar por las bandas. Tal vez eso significa que la estructura ideológica de los partidos es líquida, difusa, gaseosa, o que eso de la ideología partidista es un cuento chimbo que hay que mandar a recoger, o que por más buenas intenciones que se tengan, los partidos políticos no crecen si no que engordan, con esa gordura triste de los consumidores de bebidas azucaradas exoneradas de pagar impuestos, o con la gordura miserable de las grandes urbes,  esas ciudades gordas, tan gordas… que ya les aprietan mucho sus cinturones de miseria. 

 

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Fuente
Alerta Tolima