La tragedia llegó sin aviso y en cuestión de minutos cambió la vida de cientos de personas en Venadillo. La creciente súbita de la quebrada que atraviesa el municipio, registrada el viernes en la tarde, dejó a 183 familias literalmente con lo puesto. El agua se llevó muebles, electrodomésticos, documentos, ropa, alimentos y, en algunos sectores, hasta las paredes de las viviendas. En barrios enteros, los residentes describen la escena como “un río bajando por la sala”, una imagen que resume la magnitud del desastre natural que hoy mantiene al municipio en emergencia.
La situación se agravó porque la creciente ocurrió justo cuando muchas familias regresaban de sus trabajos o actividades cotidianas. Testigos relatan que el nivel del agua subió de forma tan violenta que apenas tuvieron segundos para reaccionar. Algunas personas alcanzaron a sacar documentos y mascotas, mientras otras solo pudieron correr hacia las zonas altas buscando refugio. Las calles, convertidas en ríos improvisados, arrastraron enseres completos, motocicletas, herramientas de trabajo y hasta parte del mobiliario urbano.
La Alcaldía habilitó un albergue temporal para acoger a las familias que no tienen dónde dormir. Allí, niños, adultos mayores y personas con discapacidad han encontrado un lugar seguro, aunque limitado, mientras se avanza en la evaluación de daños. En ese espacio, además de un techo, se les garantiza alimentación diaria gracias a la articulación entre la administración local, donantes voluntarios y organismos de socorro.
Desde la madrugada del sábado, los equipos de respuesta han trabajado en el retiro de inservibles: colchones empapados, estufas inutilizadas, camas destruidas, ropa llena de lodo y muebles partidos. La mezcla de barro, agua y desechos alcanzó tal nivel que en algunos hogares hubo que usar maquinaria para remover los escombros acumulados en patios y corredores. En otros sectores, el trabajo ha sido artesanal, con vecinos ayudándose entre sí para rescatar lo poco que quedó.
El comercio local, instituciones educativas, iglesias y organizaciones comunitarias han sido clave en la entrega de alimentos no perecederos, ropa clasificada y kits de aseo. Sin embargo, y pese a las muestras de solidaridad, la Alcaldía considera que las ayudas siguen siendo insuficientes ante la magnitud de la tragedia. “La mayoría de estas familias perdieron absolutamente todo”, expresan voceros municipales. Esa frase ha resonado en cada entrega, en cada reunión de evaluación y en cada visita a los barrios golpeados por la creciente.
A la emergencia también se sumaron daños en sectores rurales, donde una vivienda resultó afectada y algunos acueductos veredales sufrieron averías que hoy mantienen a varias familias con servicio restringido o intermitente. En esos puntos, la prioridad es restablecer la captación de agua y garantizar condiciones mínimas de salubridad.
El departamento apoyó enviando maquinaria para intervenir el cauce de la quebrada y evitar que nuevos represamientos empeoren el riesgo. También llegaron mercados, colchones y frazadas para complementar las entregas iniciales. Dependencias técnicas hicieron presencia para evaluar el terreno y acompañar la fase de recuperación temprana, mientras el hospital municipal desplegó una avanzada médica para revisar niños y adultos que presentaron afectaciones respiratorias, golpes leves o cuadros de ansiedad tras el susto.
Pero más allá de la respuesta institucional, lo que hoy sobresale en Venadillo es la incertidumbre. ¿Cuánto tiempo tardará en volver la normalidad? ¿Cómo empezar de cero cuando el hogar quedó en ruinas? ¿Llegará ayuda suficiente para todos? Estas preguntas se repiten en los albergues, en las calles aún húmedas y en las casas marcadas por líneas de lodo que muestran hasta dónde llegó el agua.
En este contexto, la Alcaldía lanzó un llamado urgente a nuevas donaciones y al apoyo del nivel departamental y nacional. La petición es clara: se necesitan alimentos, kits de aseo, ropa en buen estado, menaje básico y colchones. También se requiere apoyo técnico y económico para reconstruir viviendas afectadas y garantizar que las familias más vulnerables puedan volver a habitar un espacio digno.
La temporada de lluvias apenas comienza, y el municipio teme que nuevas precipitaciones agraven la situación o retrasen los trabajos de recuperación. Sin embargo, en medio de la incertidumbre también se percibe un ambiente de resiliencia: vecinos limpiando juntos, familias organizando lo poco que lograron rescatar, voluntarios ofreciendo manos y alimentos, y un pueblo que, pese al golpe, intenta levantarse.
Lo ocurrido el viernes quedará en la memoria de Venadillo como una de las emergencias más duras de los últimos años. Y aunque la destrucción es inmensa, la solidaridad se ha convertido en el motor que hoy mantiene en pie a las familias damnificadas, mientras esperan que la ayuda siga llegando para reconstruir lo que el agua se llevó.
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