El milagro diario de doña Johana
El milagro diario de doña Johana
Paula García
30 Mayo 2025 09:17 AM

Historia: El milagro diario de doña Johana, una historia de fe y berraquera

Paula Andrea
García Cerón
Con su puesto de tintos trabaja a diario para sobrevivir.

El aroma a café y arepa recién asada anuncia su presencia antes que ella. A las seis de la mañana, mientras gran parte de la ciudad aún bosteza, doña Johana ya ha instalado su pequeño puesto de comida cerca de la clínica del barrio Quirinal, en Neiva. Sus manos, curtidas por el trabajo, son las primeras en moverse en ese rincón donde cada día lucha no solo por ganarse la vida, sino por mantener la fe intacta.

Johana tiene 37 años y una historia que no se cuenta en libros, pero que merece ser leída con el corazón. Su jornada inicia incluso antes del amanecer, cuando emprende camino desde su casa con la esperanza como único motor.

“Trabajo todos los días, cuando llego lo primero que hago es agradecerle a Dios por darme la oportunidad de levantarme nuevamente, luego hago mis tintos, a las 6 de la mañana ya estoy acá con mi esposo, él me ayuda abrir e instalamos todas las cosas”, compartió Johana.

“Yo le tengo fe a los lunes”, dice con una sonrisa sencilla, la misma con la que agradece por cada cliente que se detiene a probar su sazón o por cada moneda que llega a la caja plástica que hace las veces de registradora.

Pero la fe de Doña Johana no es solo a los días de la semana, es a la vida misma. Devota de la Virgen Milagrosa, ha aprendido a ver milagros en lo cotidiano. "Gracias a Dios, me va bien", repite con esa mezcla de convicción y humildad que solo tienen quienes han vivido con lo justo, sin lujos, pero también sin perder la esperanza.

Mi virgencita es muy hermosa, muy linda conmigo. Un día analice que se nos quedaron las llaves en el piso, todo un fin de semana y nos fuimos para la casa. El día que tenía que volver las busqué hasta decir no más, le dije a mi esposo que nos fuéramos al negocio y ahí miraba cómo entrar, pero cuando llegamos estaban ahí en el piso…ese día lloré de alegría, desde que mi virgencita esté ahí siempre me cuida”, agregó Johana.

Su puesto, modesto pero limpio, parece un santuario del esfuerzo. Allí, entre termos de café, empanadas y pasteles, doña Johana construye, pedazo a pedazo, su sueño de independencia. Lo que pocos saben es que ese negocio que hoy es suyo, alguna vez fue ajeno. “Yo comencé como empleada del dueño anterior”, recuerda. Pero con tiempo, paciencia y una voluntad inquebrantable, logró dar el salto y quedarse con el local.

Tres años han pasado desde entonces, y aunque no todos los días son de abundancia, todos los días son de lucha. Su historia no tiene fuegos artificiales, pero sí una luz propia que ilumina sin ruido.

Doña Joana es una de esas personas que, sin buscarlo, inspira. “Uno tiene que trabajar bien y con honestidad, y Diosito le va abriendo camino a uno”, dice, como si resumiera en una frase su filosofía de vida. Su mirada se pierde por un momento en la calle, mientras acomoda una de papas fritas, como quien ya está soñando despierta con lo que vendrá.

Y es que tiene un gran sueño, no lo dice con voz alta, pero se le nota en cada palabra y en cada jornada bajo el sol o la lluvia. Aspira, algún día, a ver crecer su negocio, tener un local más grande, pero sobre todo tener un hogar propio.

“Mi sueño es algún día, tener la casita porque nosotros pagamos arriendo, algún día lo lograré, no pierdo la esperanza y eso es lo que me hace levantarme todos los días a seguir”, indicó Johana.

Doña Joana es testimonio que, con fe, trabajo y dignidad, la vida puede ser generosa incluso en los márgenes. En cada arepa que asa, en cada cliente que atiende y en cada oración que murmura mientras sirve un café, hay un acto de resistencia, un gesto de esperanza, y, por qué no decirlo, un pequeño milagro cotidiano.

“Ánimo, para arriba porque pa’ lante es pa’ lante, y el que anda con Dios y la virgen de la mano, les va muy bien”, indicó Johana.

Doña Joana no es famosa, pero su historia tiene más fuerza que muchas portadas. Porque representa a tantos que, como ella, madrugan a ganarse la vida sin robarle nada a nadie. Personas que, con el corazón puesto en el trabajo, desafían al destino y le arrancan, a punta de esfuerzo, un futuro mejor.

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