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7 Mar 2017 06:54 PM

TODOS PIERDEN

Alerta
Tolima

Las primeras interpretaciones del mundo político en relación con la imposición de medida de aseguramiento al ex gobernador Osorio y la decisión de no imponerla al gobernador Barreto, parecieran tan simples como para declarar perdedor al primero y ganador al segundo; nada menos cierto, desde mi óptica ambos resultan perdedores.

Osorio porque vino a descubrir al ocaso de su existencia que nadie en la organización política a la que pertenece, tuvo el más mínimo gesto de solidaridad con el y si algo fue claramente visible en lo que hasta ahora ha tenido que afrontar, ha sido la soledad y la evidente distancia a la que han querido estar sus copartidarios; pasando de ser un patricio del partido a un paria de la colectividad

Osorio porque se vino a enterar que en el escenario penal sigue estando desnudo frente al escrutinio de los jueces para rendir cuentas de una administración que parecía ya inmune a los reproches.

Osorio porque lejos de recibir el trato comedido y considerado que todos esperamos al final de nuestros días, termina siendo tratado como un criminal que representa un peligro para la sociedad y que debe ser confinado por fortuna para el en su casa y no en un establecimiento carcelario.

Barreto pierde porque las voces del magistrado que resuelve no imponerle medida de aseguramiento terminan siendo profundamente críticas de los procesos contractuales que eluden las reglas de adjudicación de la ley 80, mensaje que puede interpretarse como que en este caso no hay razón para asegurarlo, pero es posible que si la haya en otros procesos que insistentemente se afirma que afrontará.

Barreto pierde porque entiende que ha empezado a recorrer la cuerda floja que representa el escrutinio como gobernador en el período pretérito,  a sabiendas que si bien esta vez la fiscalía salió con el rabo entre las patas, afinará puntería en la próxima ocasión en que seguramente lo siente en el banquillo de los acusados.

Pierde Barreto porque deberá jugarse políticamente feriando el Tolima para ganarse las solidaridades que le permitan fortalecerse, solidaridades que hoy claramente no tiene y ciertamente le resultarán costosas.

Pero sobre todo pierde la fiscalía que sale de la audiencia con un pírrico balance: la cabeza de un octogenario que es  presuntamente un peligro para la sociedad y con una derrota vergonzosa y sin atenuantes al formular una pobrísima acusación contra un gobernador en funciones, en un caso en el que al acusador se le exige ser sólido y consistente.

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