
Una desagradable sorpresa periodística tuvimos los ibaguereños con la peregrina entrevista radial, que concedió el hoy condenado por el desfalco de los dineros para las obras de los escenarios de los xxi juegos nacionales, Orlando Arciniegas Lagos difundida la semana anterior por varias estaciones de radio de la ciudad, como si fuera una pieza magistral para optar a un premio de periodismo.
Porque creen los comunicadores que en este momento aciago que vive Ibagué, donde se hace visible la tragedia por la que están atravesando miles de familias que ven en riesgo el futuro deportista de los suyos, ante la carencia de escenarios apropiados para las diferentes prácticas y entrenamientos. Sumado a ello el atraso de 50 años en infraestructura de escenarios, a las que nos llevó la codicia y avaricia del otrora reputado asesor antijurídico de la clase política tolimense.
La condena en justicia, puede que no en derecho como pregona el señor Arciniegas bien merecida está, y a esa se debe sumar el rechazo social de todos y cada uno de los tolimenses.
Entonces, ¿a quién le interesa lo que diga o deje de decir una persona que ya está condenada y ha dejado tamaño problema a la ciudad? ¿Esto es periodismo útil o investigativo? Ni lo uno, ni lo otro.
¿Cuál es el afán de darle micrófono a un ser tan siniestro, que no desaprovecha oportunidad para recordarle a la ciudad que nos lideran y gobiernan personajes a quien él sirvió estratégicamente y asesoró en maniobras antijurídicas, valiosas para ellos y perversas para el futuro del departamento o la ciudad?. Caramba, dijera algo nuevo.
Es una lástima que el afán del rating, no permita sopesar el ejercicio del periodismo, versus el respeto y la consideración para los oyentes, cuando sintieron invadido su dial, con las declaraciones de un individuo que busca el efecto mártir, al anunciar que desde hace rato está considerando el suicido, muy seguramente porque anda sumergido en lecturas de hondo calado y en ellas ya encontró que el suicidio al igual que la vida es un derecho. Así como nadie tiene el derecho a quitarle la vida al otro, tampoco puede negarle el derecho a que se la quite.
Así las cosas, hay que dejar quieto al condenado para que lleve el peso de su castigo y no favorecerlo con palomitas y recreos verbales en las emisoras, para que pueda exhibir la rabia y arrogancia, propias del que de nada se arrepiente y con notoria sed de venganza, porque muchos de sus clientes con los mismos pecados de él, sin probar claro, están libres y felices por las calles, mientras él sólo ve opciones de libertad en el más allá. Tristeza terminar así.
Por eso la mejor opción es el periodismo útil, que en este caso es el seguimiento al centímetro de cómo es que se van a recuperar los escenarios, ponerle el micrófono a los que en este momento pueden ayudar efectivamente en ese propósito. Este periodismo permite mirar un futuro esperanzador. Por lo tanto la entrevista a Orlando Arciniegas es un claro ejemplo de periodismo inútil.