 
El domingo 27 de mayo, con su voto libre, los colombianos habremos de tomar una decisión crucial para nuestro destino histórico, se trata de elegir a quien presidirá la nación y dirigirá el estado en los próximos cuatro años. Luego, de una larga e intensa campaña, que ha terminado fatigando, por igual, a los candidatos y a los ciudadanos, ya existe una suficiente ilustración en la mente de los potenciales votantes sobre la personalidad de los aspirantes, sus propuestas, sus apoyos, el modelo económico y político de todos ellos para manejar la Colombia del inmediato futuro.
Las simpatías, los amores y los odios en torno a ellos, han circulado, como una avalancha en los desbordamientos de la sociedad digital, la endiablada red que, sin control ético ni responsabilidad penal, ni política, mueve mentiras fatales, torcidas verdades a medias, todo un torrente de las miserias de muchas almas atormentadas por la frustración y el resentimiento.
La red, en esta campaña, se ha convertido en una gran cloaca, por la que circulan irresponsablemente, los malolientes desperdicios de la variopinta condición humana. Jamás en la historia de Colombia, una campaña había estado untada de tanta escoria, de tanto miserabilismo. Esto sumada a la inaudita parcialidad de columnistas comprometidos, la descompuesta mala leche de caricaturistas, y la doble condición perversa de algunos reyezuelos de la sintonía radial y televisiva.
Por todo lo anterior, resulta admirable el fenómeno humano y político de Iván Duque, que ha logrado pasar impávido el círculo de fuego de tantas pruebas, obteniendo, en un vertiginoso sólido y sostenido ascenso, la confianza, la simpatía, la credibilidad, la fe, el entusiasmo y la esperanza de millones de compatriotas, que hoy son una indiscutible y orgullosa mayoría ciudadana.
Duque se ha ganado a pulso todas las batallas que le han puesto en el camino al poder y de todas ellas, ha salido invicto. De esas múltiples y enrevesadas carreras de obstáculos, ha surgido triunfador, sin utilizar las armas envilecidas, que, contra él, han utilizado sus contradictores, con envidia y sevicia repugnantes.
Primero, en el proceso interno de las sucesivas, complejas y agitadas encuestas del Centro Democrático, donde la guerra sucia, las envidias y los rencores injustificados, brillaron, sin perturbarle ese fuego amigo, su decente y propositiva marcha triunfal. Después, en la Gran Consulta del 11 de marzo, también fue blanco de ataques desalmados que hoy es mejor dejarlos en el olvido. Y Duque continuó exponiendo ideas, proyectos soluciones, imperturbable.
Luego de marzo a esta parte, toda una alambrada de tergiversaciones y ataques bajos por parte de sus oponentes y de algunos medios de comunicación, ha tenido que soportar y sortear DUQUE, con admirable talento, y ejemplar reciedumbre, exhibiendo conocimientos, claridad en el rumbo, espontaneidad, espíritu decente y generoso y, humor, decisión, coraje y valentía, tanto en la plaza pública, como en los innumerables debates donde ha lucido sereno y firme frente a la descarada gavilla de los demás candidatos, más preocupados por atacarlo que por exponer su visión de país.
DUQUE ha conquistado su primacía en las encuestas y en el corazón de sus compatriotas, a golpes de opinión y de inteligencia, exponiendo, con brillantez, conmoviendo y convenciendo a la gente, con destreza y habilidad, sobre lo que quiere hacer de Colombia, más allá de la honda crisis en que la deja Santos, postrada en sus valores institucionales y morales, en medio de una corrupción generalizada y tolerada, por parte del régimen, y en una incertidumbre total, por las aristas frustrantes del mal llamado postconflicto, porque la violencia, la guerra y la delincuencia siguen apoderadas de la ciudadanía inerme, y por las incógnitas de una economía que secuestrada por los impuestos excesivos, y el gasto público desbordado por la faraónica propaganda oficial, y el derroche de todos los recursos públicos, con desgreño y amiguismo insólitos.
Frente a este desolador panorama, DUQUE tiene demasiado claras sus propuestas de educación, salud, tributación, pensiones, regalías, fin de la corrupción, equidad, lucha contra la exclusión, y presenta las reformas, a fondo de la justicia, desacreditada y deslegitimada, por unas Cortes envilecidas por el sucio poder del dinero y el clientelismo, convertidas en la alcantarilla del cártel de la toga, miradas con justa ira por la opinión, como la gran vergüenza nacional.
Sin una reforma radical y de fondo, como la que Duque propone para la justicia, eso sí, buscando un gran acuerdo nacional, este país jamás tendrá un respetado estado de derecho, ni una justicia recta y proba, ni habrá paz definitiva posible.
Con admirable serenidad, dando ejemplo de singular decencia, acompasada con el ímpetu de su juventud brillante y bien formada y la ilusión de una renovación generacional, necesaria para nuestra democracia, DUQUE, se ha ganado el derecho a gobernar la Colombia del futuro. De pertenecer a la ola de líderes jóvenes que le dan un aire renovador a una política, como Macron en Francia o Trudeau en Canadá. Estamos seguros que, a un hombre ejemplar, a quien no le ha quedado grande la grandeza, el voto libre, soberano e independiente, de millones de compatriotas, convencidos, esperanzados y alegres, habrá de ungirlo, el domingo 27 de mayo, como el próximo presidente de Colombia.
*COLETILLA*.
Tolimenses: a votar masivamente por Iván Duque, el único candidato con raíces en nuestra tierra, que la ama desde niño, que la conoce, que la ha vivido, con sentimiento y amor indeficientes. Que ha estudiado sus realidades, que conoce su tradición y su historia no solo en los libros, sino por la lección entrañable en la voz de sus mayores. Por todo esto, Duque quiere servir al TOLIMA, con amor y lealtad entrañables. Duque es el nuestro, y no lo podemos defraudar. El Tolima, de pie, altivo, fuerte y convencido, el domingo 27 votará por su paisano con fervor y decisión.
 
   
   
   
  