Pirañinsky
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Alerta Tolima
7 Mayo 2023 08:37 AM

La sabiduría de las uñas por Pirañinsky Bronsky

Columnista
Invitado
El escritor y chef, Pirañinsky Bronsky, nos muestra una una mirada muy personal de Nelson Romero a través de 'La Sonrisa de Nelson'.

Esos versos que al leerse se siente en el alma que fueron escritos con tinta extraída de penumbras que nosotros mismos recorremos cada tanto o dejamos de recorrer por el temor a lo incomprensible, solo pueden ser fruto de un titiritero macabro y risueño que conoce la tensión justa y exacta de cada hilo, de cada articulación de esas marionetas que lo recorren danzando al ritmo de su maestro.

 Debe ser entonces uno de esos maestros el que dibuja, cuando se le antoja, estos paisajes imposibles que solo encontramos en la genialidad ajena, en esa justa sumatoria de palabras que nos transportan a este, el verdadero mundo que procura devorarnos en nuestro sopor estúpido. Solo podemos escapar a la luz recorriendo la sombra punzante del soplo artístico del verdadero artista.

 

 

 Hay que escudriñar entonces en esas obras, en los matices, las aristas de cada texto-terruño sin detenernos a investigar su origen ni el del artífice desparpajado de sus estructuras, si nos detenemos en el personaje corremos el riesgo de la locura que cuando es propia fluye, libera y hasta invoca sonrisas en nuestros rostros, pero siendo ajena nunca hay cómo saber a qué a atenerse después. Recorramos pues las calles, los jardines y callejones, incluso las cloacas de estos parajes que el maestro nos ofrece sin mayor pretensión, sin mayor esperanza, como la vida misma.

 En ese trasiego a veces tortuoso nos encontramos quizá a nosotros mismos, nos vemos como desde un espejo trazado por el velo de nuestra ignorancia y si nos fijamos bien, si nos quedamos quietos frente a la imagen refleja nos perdemos en la espiral de nuestras dudas, lloramos, reímos vomitando sueños imposibles o viejas tristezas que nos vaciaron el alma alguna vez; exponerse a esas obras es meterse en terrenos fangosos y oscuros que en su profundidades solo ofrecen sosiego y paz, en contraposición a la permanente interrogante que es la vida real.

 Tengo la fortuna o la desazón de conocer a uno de esos invocadores de arquetipos, un forjador, que sin yunque y sin acero, solo con papel y lápiz, tiempla en el aceite de los tiempos vividos armas dulcemente asesinas, hojas de un filo tan fino que muchos no alcanzan a sentir el corte si no hasta el momento en que las polillas de sus almas se desbandan con algarabía de sus cabezas huecas a medias tras exponerse al tajo certero de un verdadero genio.

 Este personaje es uno de esos fantasmas que deambulan ocultando su universal valía tras una sonrisa taimada y llena de honestidad amigable: Es solo conocerlo, escucharlo y sobre todo leerlo lo que abre una puerta, una sola que al trasponerse expone un paisaje de caminos, escaleras, mas puertas y mil espejos ya sin velo ni polvo ancestral, allí fluyen y confluyen tristezas y alegrías, vacíos y victorias arrogantes, malogradas y deploradas por los vencidos. Como en aquella vieja canción que todos conocemos, las verdades suelen venir de los más inesperados autores e intérpretes.

 Quizá usted también lo conozca o al menos haya oído hablar de él, si lo conoce no hace falta pronunciar su nombre, ya conocemos su grandeza y las alturas a las que conducen sus obras, si solo ha oído hablar de él me parece pertinente dejar que sus letras desgarren la carne desde dentro para que se exponga a su verdadera gracia genial al verlo sonreír brindando con una cerveza entre los que él considera sus iguales e incluso sus superiores.

 

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