Acelerado deshielo del Nevado Santa Isabel pone en riesgo a miles de tolimenses
El Tolima enfrenta una situación ambiental crítica: el deshielo acelerado del Nevado Santa Isabel avanza a un ritmo sin precedentes y amenaza el equilibrio hídrico de buena parte del norte del departamento. En apenas dos años, el glaciar ha perdido cerca del 45 % de su superficie, según reportes técnicos del IDEAM y Parques Nacionales Naturales.
Las consecuencias ya se sienten en los municipios de Murillo, Villahermosa, Anzoátegui y Santa Isabel, donde la disminución de caudales y la alteración de las fuentes de agua comienzan a impactar la vida rural. Los campesinos aseguran que los nacederos y quebradas que antes fluían con fuerza, hoy bajan con menos volumen. “El agua ya no baja igual”, comenta un habitante de la vereda La Cabaña, en Murillo, mientras señala las montañas que alguna vez reflejaron el blanco intenso de la nieve.
El fenómeno no solo afecta el consumo humano, sino también la agricultura y la ganadería, pilares de la economía local. Los cultivos de papa y hortalizas se ven sometidos a cambios de temperatura y periodos de sequía más largos, lo que altera los ciclos productivos. Además, el turismo rural —uno de los motores económicos de la zona— comienza a resentirse ante la pérdida del atractivo natural que representaba el paisaje nevado.
Los expertos atribuyen este retroceso a una combinación de factores: el aumento sostenido de la temperatura global, los cambios en los patrones de lluvia, la intensificación de fenómenos como El Niño y la caída de cenizas del volcán Nevado del Ruiz sobre el área glaciar. En conjunto, estas condiciones han acelerado un proceso que, según los científicos, podría conducir a la desaparición total del Nevado Santa Isabel en menos de cinco años.
Andrea Mayorquín, directora de Gestión del Riesgo del Tolima, advirtió que la situación del Santa Isabel es una señal contundente de los efectos del cambio climático. “El deshielo no es solo una pérdida paisajística; es una advertencia sobre la fragilidad de los ecosistemas altoandinos y la necesidad de proteger las fuentes hídricas que abastecen a nuestras comunidades”, afirmó.
El llamado también se extiende al ámbito institucional. En el reciente Evento Suramericano por la Cordillera de los Andes, realizado en Ibagué, académicos, autoridades y comunidades coincidieron en la urgencia de fortalecer la conservación de páramos y bosques andinos, esenciales para la regulación del agua. Allí se resaltó que los glaciares colombianos han perdido más del 90 % de su cobertura desde 1850, y que Colombia cuenta hoy con apenas 30,8 kilómetros cuadrados de hielo, frente a los más de 33 que existían hace apenas dos años.
El caso del glaciar Conejeras, parte del macizo del Santa Isabel, ilustra la gravedad de la situación: desapareció completamente entre enero y febrero de 2024. Su pérdida representa una reducción significativa en la capacidad de regulación hídrica de la zona, especialmente durante las épocas secas.
Frente a este panorama, expertos recomiendan una acción inmediata que combine restauración ecológica y educación ambiental. Entre las medidas propuestas están la reforestación de áreas de páramo, la protección de nacederos, el fortalecimiento de los acueductos comunitarios y la capacitación de campesinos en prácticas de adaptación climática. También se plantea ordenar el turismo de montaña para evitar la degradación de los ecosistemas.
El Tolima, desde sus montañas, vive los primeros efectos tangibles del calentamiento global. Cada metro que retrocede el hielo del Santa Isabel es un aviso de lo que está en juego: el agua que alimenta los ríos, los cultivos que sostienen a las familias rurales y la vida que depende de esos ecosistemas.
Como advierten los líderes locales, “sin glaciares, las montañas pierden vida; y sin montañas, el Tolima pierde futuro”.
El caso del glaciar Conejeras, parte del macizo del Santa Isabel, ilustra la gravedad de la situación: desapareció completamente entre enero y febrero de 2024. Su pérdida representa una reducción significativa en la capacidad de regulación hídrica de la zona, especialmente durante las épocas secas.
Frente a este panorama, expertos recomiendan una acción inmediata que combine restauración ecológica y educación ambiental. Entre las medidas propuestas están la reforestación de áreas de páramo, la protección de nacederos, el fortalecimiento de los acueductos comunitarios y la capacitación de campesinos en prácticas de adaptación climática. También se plantea ordenar el turismo de montaña para evitar la degradación de los ecosistemas.
El Tolima, desde sus montañas, vive los primeros efectos tangibles del calentamiento global. Cada metro que retrocede el hielo del Santa Isabel es un aviso de lo que está en juego: el agua que alimenta los ríos, los cultivos que sostienen a las familias rurales y la vida que depende de esos ecosistemas.
Como advierten los líderes locales, “sin glaciares, las montañas pierden vida; y sin montañas, el Tolima pierde futuro”.